Caminata Consciente Plasmada.
- C.A. Quintero
- 27 sept
- 2 Min. de lectura

Llegué nervioso, preocupado por 'el que dirán', ¿cómo me recibirán? ¿Que pensarán de mí? Los diferentes "microships" sociales. Inclusive me confundí de grupo, uno de esos bloopers de Carlos. Pero nos integramos rápido, hablando de emprendimiento y sueños, "dejar soñar/vivir el momento". Hablamos del crítico interno, asunto a parte. Mientras la caminata con pausa consciente empezó me preocupaba: ir muy rápido, no concentrarme, no disfrutar. Pero me enfocaba en mis jaculatorias (especie de mantra), centradas en lo que veía y lo que evocaba en mí. Antes de la primera parada, unos patos nos cruzaron, me sobrevino la emoción, traté de agradecer a Dios por esas bellezas elegantes. Ví que todos hicieron un alto y los dejaron pasar, era un espectáculo y una enseñanza de pausa consciente. Detenerme del ruido, tal vez la costumbre del ruido del celular y la apariencia de fotografear para alardear. Pero, en vez, solo contempla y agradece, reconoce las emociones, agradécelas. Da gracias a Dios, al amor, al Universo. Somos amor y estamos unidos en amor.
La primera pausa oficial: la laguna, irrumpía con su serenidad, yo meditaba sobre esto, y quería sentir paz y sosiego. Error. Esto es una expectativa. La paz sobrepasa las emociones y viene del agradecimiento y aceptación. Me quedé con sentimientos encontrados. Pero veía a la laguna verde en movimiento y contemplaba su paz, aún faltaba camino por recorrer emocionalmente. El verdor de los árboles me fascinaba, pensaba en sombra y descanso, pensaba en vida y esperanza, me nutría. Ante la laguna: una gran contradicción: no agradecer quien soy y querer ser como la laguna.
Seguimos andando por senderos que se tornaban más abiertos, pero con unas palmas que me evocaban majestousidad, realeza. Poco a poco llegabamos a la segunda parada:
Automáticamente pensé en la ternura que evoca el rosado y las flores. Pensé en la madre de las estrellas y las flores, los animalitos, y los seres humanos. Supe apreciar, supe agradecer. La ternura distante me evocaba paz. No peleé, simplemente contemplé. El rosado me evocaba amor, compasión, paz, esperanza, la madre naturaleza que sabe darse. Ví un puente y mi mente divagaba en reflexiones, pero trataba de regresar a mis jaculatorias. Ya mi mente comenzaba a cansarse, pero pronto llegó el mindfulness sentados y el ruido tenía que disiparse, la culpa de dejar mi trabajo, quizás en el inconsciente, el amor de unos padres diferentes a mí, tan diferentes. Yo poeta/escritor, ellos contables. Pero eso no impide que sienta paz, que aunque tengamos diferencias, nos amamos, que aunque haya incertidumbre, puede haber aceptación y felicidad.





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